viernes, 31 de julio de 2015

Lo acentos no saben de fronteras



Afirmamos que tal acento es colombiano, que aquél otro es venezolano, que ese de allá es ecuatoriano y y que este de acá suena cubano; lo afirmamos como si los acentos se dejaran marcar como hojas de pasaporte, asumiendo que las cadencias, ritmos y demás rasgos sonoros de los hablantes de un lugar se pueden delimitar como los países en los mapas políticos.
Pero cualquier persona que pase de un lado al otro de la frontera entre Venezuela y Colombia, si tiene un oído atento, se dará cuenta de que los acentos hablados entre uno y otro lado se parecen mucho más entre sí que con los acentos de sus respectivas capitales. Así, un hablante de San Cristobal (Ven) tiene un acento mucho más cercano a un hablante de Cúcuta (Col) que con un hablante de Caracas; o los habitantes de Pasto, en el sur de Colombia, tienen un acento más cercano al de los ecuatorianos de la sierra que al de los hablantes de Bogotá.
La lista de similitudes que rompen la idea del acento como algo nacional es muy extensa, en especial en América Latina. En la península ibérica, por ejemplo, si Cataluña llegara a ser un nuevo Estado independiente, por su lado sur la gente de las tierras del Ebro hablan catalán con un acento más parecido al de los hablantes de la provincia de Castellón que al que se habla en Barcelona; y por el lado oeste, el catalán de Lérida será mucho más cercano al de los catalanoparlantes del este aragonés que al de Girona. 

Pero esto no es un artículo sobre los acentos, los acentos fueron el pretexto para introducir esta presentación.

El Arco y El Flecha es un experimento, la mezcla de un vinilo con la narración de "El Flecha" (de David Sánchez Juliao) y una instrumental cosechada en el Tempo Cimarrón. El acento del narrador, que es el mismo autor de "El Flecha", es característico del caribe colombiano... pero he conocido gente del resto del caribe próximo a Colombia, y sé, como dije antes, que los acentos tienen regiones geográficas pero dinamitan las líneas divisorias marcadas por la arbitrariedad de los estados. En este caso El Flecha no lo dinamita sino que lo knoquea con sus ganchos de boxeador fracasado...